¿CUÁNTO CUESTA VENIR DESDE LA ZONA A ESTUDIAR A BAHÍA BLANCA?

 

Un estudiante de la zona deberá desembolsar entre 7 y 10 mil pesos por mes, como mínimo, para cursar durante este año en una universidad o institución terciaria de Bahía Blanca.

El dato surge de un relevamiento realizado por este diario entre empresarios y estudiantes que ya están viviendo en la ciudad desde hace algunos años.

El mayor gasto es el alquiler, que se puede llevar hasta dos tercios del presupuesto. El dato positivo, en este rubro, es que los aumentos estimados para este año rondan el 20%.

Los valores parten desde los 4.500 pesos para departamentos funcionales y 6.500 para aquellos de por lo menos dos ambientes (todos ubicados en el barrio Universitario o el macrocentro).

Si se busca un lugar más amplio, de dos habitaciones por ejemplo, los precios parten desde los 7 a 9 mil pesos. En la actualidad, por una cuestión de independencia, hay mayor demanda por los inmuebles con una sola habitación. Además, por la escasa diferencia en el precio, los funcionales han quedado en un segundo plano en las preferencias.

A estos costos hay que agregarle las expensas, que pueden ir desde los 500 a los 1.500 pesos por mes, dependiendo del edificio y de los servicios con que cuente.
De cualquier modo, quien aún no cerró contrato o no se decidió a buscar algún inmueble es probable que se quede con las manos vacías: es tan alta la demanda que ya casi no quedan departamentos disponibles en el barrio Universitario, que es el que tiene la mayor demanda. La oferta, indicaron referentes del sector, está cubierta prácticamente en un 100%.

Carlos Esteban, presidente del Colegio de Martilleros y Corredores públicos de la provincia de Buenos Aires, destacó que en comparación con el año pasado la suba de los alquileres fue del 20%.

“Es un porcentaje menor al índice de inflación de 2017, que rondó el 24%, porque se tuvo en cuenta que el poder adquisitivo de la gente ha disminuido y las paritarias -en general- vienen cerrando en un 15%”, aclaró.

Lucas Bochile, de Bochile Inmobiliaria, indicó que el “caballito de batalla” es el departamento de un dormitorio, con valores de alquiler de 6 mil pesos en adelante y expensas de al menos 800. La prioridad, explicó, son edificios horizontales, próximos a la universidad y al centro.

“Esto se da más que nada con las mujeres, por una cuestión de seguridad. Generalmente, los padres prefieren pagar un poco más y hacer un esfuerzo, pero tener la tranquilidad de que su hija va a estar más resguardada, en lugares iluminados y con tránsito fluido”, dijo.

Cuestión de expensas
Carlos Sabaloy, de Sabaloy Estudio Inmobiliario, señaló en que las expensas son las que hacen la diferencia al momento de elegir un inmueble para alquilar.

“La gente te pregunta antes qué expensas tiene un departamento y después averigua el precio del alquiler”, confió.

Con él coincidieron desde Bochile, donde aseguraron que si bien el valor de los alquileres no difiere demasiado en departamentos de similares características y ubicación, son las expensas las que oscilan mucho.

“El valor de las expensas es mayor en edificios que tienen encargado, portero, ascensor y demás”, dijo.

“Por ejemplo, los edificios multifamiliares de hasta tres pisos suelen compartir gastos mínimos que oscilan entre los 600 y 800 pesos; los demás, con más servicios, no bajan de 1.000”, agregó.

¿Tendencia o independencia?
Desde Inmobiliaria Girotti, Claudia Succurro coincidió en que la preferencia es por los departamentos para universitarios solos.

“En otros años ha habido una gran demanda de departamentos para compartir, pero este año han venido más universitarios solos. Antes se estilaba más que se juntaran dos o tres amigos”, señaló.

“Un funcional cerca del centro ronda los 4.500 pesos más expensas, y los de un dormitorio desde 6.500 para arriba, con expensas de 600 hasta 1.500. Estos últimos son los que tienen cochera, aunque es raro que los estudiantes busquen algo con tantos servicios”, dijo.

Para Carlos Esteban, los departamentos de un dormitorio son los más requeridas porque tanto los padres de los estudiantes como los jóvenes mismos buscan comodidad e independencia.

“En épocas de crisis profunda, los estudiantes convivían en departamentos de dos dormitorios para abaratar costos. Desde hace unos tres años esta tendencia se revirtió”, indicó.

Bochile aseguró que los estudiantes prácticamente no solicitan departamentos de dos dormitorios, salvo en contados casos en que se mudan dos hermanos.

“Los funcionales tienen su demanda pero, en general, la gente se inclina por los departamentos de un dormitorio porque la diferencia de costos entre uno y otro no es tan grande”, indicó.

Casi 50% – 50%
En la Universidad Nacional del Sur hay actualmente 22.725 alumnos regulares, de los cuales 11.383 son bahienses; el resto proviene de la zona cercana, pero también hay de provincias limítrofes y territorios bastante más alejados.

De la provincia de Buenos Aires hay 7.477 estudiantes. El segundo lugar lo ocupa Río Negro, con 2.223 (9,78%) y en + puesto queda La Pampa con 720 (3,17%).

Después se ubican Chubut (383 alumnos), Neuquén (180), Santa Cruz (111), Tierra del Fuego (72), Ciudad de Buenos Aires y Salta (26), Corrientes (22), Jujuy (21), Córdoba (15), Catamarca, San Luis y Misiones (9), Entre Ríos (8), Tucumán (7), Santa Fe (6), Mendoza (5), Chaco (4), Formosa y Santiago del Estero (3), San Juan (2) y La Rioja (1).

En la Universidad Tecnológica Nacional Bahía Blanca, los estudiantes de la ciudad son mayoría: 1.358 contra 1.034, además de 4 extranjeros. En total, son 2.396 alumnos.

Esteban relacionó el constante incremento de la matrícula con una oferta académica cada vez más amplia.

“Sé de casos de gente que tenía estudiando a sus hijos en La Plata y, al abrir esa misma carrera en Bahía Blanca, los trajeron para acá por una cuestión de costos. El valor de los alquileres incluso es menor en nuestra ciudad”, subrayó.

Una de las consecuencias es la creciente demanda de inmuebles para estudiantes.

Succurro se mostró de acuerdo y agregó un dato que lo prueba: para esta época ya se han alquilado casi todos los departamentos más cercanos a la universidad y sólo quedan algunos en zonas como Estomba al 1.200 o Mitre al 1.300, entre otras.

“Hoy estudiar es un privilegio”
Maite Arana vive en Bahía Blanca desde hace 11 años. Llegó desde Pigüé para estudiar licenciatura en Ciencias Biológicas en la UNS, luego de dos años de cursar kinesiología en la UBA.

Nunca se quedó quieta: en todo momento trabajó para solventar parte de sus estudios y hasta, por un par de años, debió dejar la cursada porque los horarios de su empleo se superponían con los de las materias.

Hoy calcula que se recibirá a más tardar a fin de año: le quedan una materia y una tesina. Para 2019 el proyecto es comenzar un doctorado y conseguir alguna ayudantía. Mientras tanto, se mantiene dando masajes. De otra forma, asegura, no podría seguir la carrera.

“Hoy estudiar es un privilegio. Más allá de que la universidad sea gratuita, no cualquiera puede cursar una carrera lejos de su casa. Es complicado no trabajar. En mi caso siempre quise hacer algo para poder tener mi plata, pero eso no significa que no haya recibido ayuda de mi familia. Hasta el día de hoy siempre me dan una mano”, reconoce.

Vive sola en un departamento, con su gato Malandra. Su gasto mensual ronda los 9 mil pesos, de los cuales más de la mitad -4.700- corresponden al alquiler. Otros 3 mil se van en comida, y el resto, en expensas, servicios, internet, obra social y el plan mínimo de celular.

“Con el alquiler casi siempre me ayudan, aunque a veces alcanzo a pagármelo yo, algo que me encanta. Normalmente alcanzo a cubrir la mitad de todo el gasto con el trabajo de masajista; con lo demás me ayuda mi familia, cuando puede. Si no, sería imposible; ya hubiera dejado de estudiar hace mucho”, dice.

La realidad, y aunque no todos en la UNS comulgan con la idea de que los alumnos trabajen mientras cursan, es que siempre debió colaborar con su familia para pagar su estadía. Primero, viajando a Pigüé para dar clases de danza clásica, con lo que pagaba el curso de masajista.

También hizo encuestas, hasta que un perro la mordió en el barrio Patagonia y dejó. Incluso vendió seguros para automotor y tuvo un taller de cerámica. En paralelo, estudiaba y hacía masajes para solventarse.

“Los horarios de comisiones y de laboratorios de mi carrera hacen que sea prácticamente imposible tener un trabajo fijo; cuando lo tuve, debí dejar de cursar alrededor de dos años”, cuenta.

Eso sí: asegura que el cambio de Capital Federal-UBA por Bahía Blanca-UNS fue un acierto en todo sentido.

“Me encantó venir a Bahía, donde ya estaba la mayoría de mis amistades de toda la vida; me sentí en un lugar y entorno más familiar: podía andar en bicicleta, ir caminando a la universidad sin tener necesidad de tomar un colectivo. Además, al estar cerca de Pigüé viajaba más seguido”, cuenta.

“Acá me encontré con la UNS, donde tocás una puerta y encontrás al profesor”, agrega

Una rionegrina que la pelea para ser contadora
Florencia Álvarez Guerrero es de Choele Choel (Río Negro) y llegó a Bahía Blanca en 2009 para estudiar la carrera de Contador Público Nacional en la Universidad Nacional del Sur.

“El primer alquiler que pagué era de 850 pesos y ahora estoy pagando 5 mil y 1.400 de expensas”, comparó la rionegrina, a quien le restan solo nueve finales para terminar la carrera.

“La mayoría de los contratos se reajustan cada 6 meses, por el 10 o 12%. A mí me aumentan 30% al año. O sea que, en setiembre, estaría pagando más de 6 mil pesos”, contó.

Por el momento -y hasta fines de marzo- comparte un departamento de un dormitorio en el macrocentro con una amiga. Luego se mudará a vivir sola a unas cuadras.

“Es mucho más fácil vivir con una amiga porque compartís no solo el alquiler sino los gastos básicos: internet, luz, gas. También compartimos las cosas básicas de limpieza y cocina, y después cada una tiene su comida”, comentó.

Asegura que antes le resultaba más fácil sostenerse económicamente.

“Antes la plata me alcanzaba mejor y a medida que fue pasando el tiempo empecé, cada vez más, a vivir con lo justo. Está bien que los sueldos aumentan, pero no en la proporción en la que aumentan todas las cosas”, dijo.

No tiene auto, por lo que no cuenta con egresos fijos en patentes o combustible. Su medio de transporte suele ser el taxi, pero sólo lo usa cuando es de noche y está lejos. De lo contrario, va a todos lados caminando. No es de tomar colectivos.

Hasta diciembre su mamá le pasaba plata para cubrir gastos fijos y ella aportaba para lo suyo. En paralelo a sus estudios se desempeñó como niñera y el primer año realizó trámites y gestiones para un profesional. Hoy tiene un trabajo fijo que le permite ser independiente económicamente.

En cuanto a los gastos vinculados a la alimentación, siempre abarató costos cocinando.

“No compro comida hecha salvo que sea una ocasión especial, para darme un gusto. Soy de ir al supermercado. Me gusta cocinarme y freezar y me sale mucho más barato. No podría vivir todos los días comprando comida hecha, porque no me alcanzaría la plata, pero además no me gusta”, dijo.

Como la mayoría de los estudiantes que vienen de algún pueblo, muchas veces se queda esperando la «encomienda salvadora»: esa que llega con las milanesas y hamburguesas para freezer, hechas por mamá o por la abuela, y con artículos que un estudiante suele pasar de largo en las góndolas porque no puede darse el lujo.

Los tres hermanos
Eduardo Meggi es uno de los tantos rionegrinos que eligieron Bahía Blanca para cursar los estudios universitarios. Llegado desde Viedma, tuvo un breve paso por Ingeniería Mecánica en la UNS, y después terminó pasando a la UTN, donde hoy esta comenzando el tercer año de la licenciatura en Organización Industrial.

Con 24 años, le quedan dos más de estudio, entre finales y proyecto final de carrera.

“Se estira un poco la carrera, pero falta menos”, se alienta.

Vivió solo gran parte de la carrera en un departamento en calle Aguado, pero este año llegaron sus dos hermanos para cursar Arquitectura en la UNS. Por ello, tuvo que cambiar de techo: consiguió un inmueble de dos habitaciones, con cocina separada y lavadero, en pleno centro, en la esquina de Yrigoyen y Alvarado.

“Vamos a vivir los tres ahí. El gasto es de 7 mil pesos, más 1.400 de expensas, a lo que se suman los impuestos e internet -que hoy es absolutamente necesario- y la comida, que es un gasto importante”, cuenta.
“Ahora vamos a tener que aprender a vivir entre los tres”, añade.

Mientras tanto, en la UTN consiguió ser becario en un proyecto de investigación de la cadena de valor de porcinos y ovinos del sur de la provincia; y también trabaja en la certificación de oficios.

Tal vez no sean montos importantes de dinero -dice-, pero suman a fin de mes.

“Estando acá cualquier cosa que se pueda hacer ayuda; además, Bahía es una ciudad cara. Mientras tanto, nos bancan nuestros padres, pero siempre cuidando la plata”, finaliza.

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