Venden en Cañuelas El Castillo, edificio icónico de la década del 30 y piden 4 millones de dólares

 

El edificio esta a la venta desde hace pocos días y, según fuentes de la inmobiliaria, «hasta el momento» no recibieron ofertas.

(Por Franco Ojeda) El «Castillo» de Cañuelas, edificio histórico de cinco pisos que data de 1932, ubicado en esa localidad bonaerense, que supo ser una fábrica de alimentos, pizzería, parrilla con tenedor libre y ahora permanece tomado, fue puesto a la venta por una empresa inmobiliaria por 3,8 millones de dólares y los vecinos afirmaron hoy que «si desaparece, desaparece no solo algo de Cañuelas sino también de nosotros».

El edificio esta a la venta desde hace pocos días y, según fuentes de la inmobiliaria, «hasta el momento» no recibieron ofertas.

«El Castillo fue utilizado para el desarrollo de múltiples emprendimientos como una fábrica de alimentos, una empresa productora de películas radiográficas, una fábrica de cocinas, una bailanta, un shopping y una parrilla libre», afirmó a Télam Ariel Morales, asesor de la inmobiliaria encargada de la venta del inmueble.

El edificio está ubicado entre la Ruta nacional 3 y la Ruta nacional 205, cerca de la Ruta 6 y la autopista Ezeiza- Cañuelas y su propietaria es Nilda Arzamendi, quien adquirió -junto a su pareja- el inmueble en la década del 80.

El predio dispone de dos terrenos de 4832 metros cuadrados y tiene cinco pisos con una superficie de 1804 metros cuadrados en la planta baja, 603 metros en el subsuelo, en el primer piso 1498 metros cuadrados, en el segundo piso 1219, con un entrepiso de 62 metros cuadrados.

El tercer piso tiene 175 metros cuadrados, en el cuarto piso 175 y el quinto piso posee la misma superficie a la que se agrega otra planta semicubierta de 60 metros cuadrados.

Morales señaló que el edificio posee «unos cimientos sólidos, a pesar de que varias áreas se encuentran en mal estado producto del abandono y el deterioro. El Castillo es el único edificio de cinco pisos en todo Cañuelas y posee una licencia de uso comercial específico».

Esta licencia permite al propietario constituir un emprendimiento con fines comerciales con un tamaño que supera lo establecido para áreas residenciales.

El exterior del edificio se encuentra dañado por el paso del tiempo, y en las paredes persisten los carteles con ofertas de productos de consumo como venta de pizzas, cervezas y parrilladas. Las ventanas, que mantienen la arquitectura de la década del 30, se encuentran rotas y oxidadas.

En el interior del Castillo se escuchan chillidos de ratas y murciélagos, entre otras alimañas que habitan en el lugar.

Emma Asson, historiadora cañuelense, señaló que «en el pasado intentaron realizar diferentes emprendimientos, pero por temas presupuestarios no lograron avanzar»

Tanto Asson como Morales tienen sentimientos compartidos con El Castillo porque «es un lugar representativo del lugar».

«En particular, es sumamente representativo para mi familia, porque mis padres trabajaron en la fábrica de lácteos que funcionaba allí. Además, cualquiera que pase por la ruta y ve el castillo inmediatamente piensa en Cañuelas», ponderó Morales.

Asson remarcó que «si desaparece El Castillo desaparece no solo algo de Cañuelas sino también de nosotros, porque es algo que nos representa como vecinos del municipio».

El predio fue levantado en 1932 para el desarrollo de la empresa alimenticia La Finaco, cuyo primer dueño y constructor fue el empresario francés, Gustavo Artaux.

La empresa producía leche en polvo, dulce de leche marca «Cheroga», yerba mate, mate cocido y cacao que era ofrecido bajo la insignia «Yumil».

Según una investigación local, el edificio fue el primer lugar en disponer de un ascensor en el municipio de Cañuelas.

La fábrica, durante la Segunda Guerra Mundial, logró un acuerdo con empresarios ingleses para la instalación de un horno para fabricar huevo en polvo para ser comercializado en África

En 1947, «La Finaco» cesó sus actividades en Cañuelas y la planta fue trasladad a la localidad bonaerense de Trenque Lauquen, a 447 kilómetros de su lugar de origen, en donde perduró hasta la década del 60 cuando la compañía cerró sus puertas.

En 1948, el predio fue adquirido por la empresa Infasa, encargada de la producción de películas radiográficas, que tuvo actividad comercial hasta 1956, cuando fue cerrado por deudas y permaneció abandonado hasta 1964.

En la década del 60, el lugar fue intervenido por la Dirección Nacional de Industrias del Estado (DINIE), un organismo público que se encargaba de la administración de empresas estatales.11

En 1985, la propiedad fue adquirida por el empresario Néstor Corsi con el fin de construir un espacio multiusos, donde la principal atracción sería «un museo viviente del automóvil», ubicado en los dos primeros pisos.

Jorge Carlos Morhain, exsubsecretario de Cultura, Educación y Turismo de Cañuelas, afirmó a Télam que fue suya la idea de dar forma de castillo a la ex fábrica de productos alimenticios.

«En ese momento estaban trabajando sobre la chimenea y la terraza, que es un lugar impresionante, y entonces yo dije que esto parece un castillo, e inmediatamente Corsi mandó hacer esas almenas que lo hacen parecer un castillo», enfatizó Morhain.

Morhain señaló que durante su gestión «hubo grandes proyectos para colocar allí la Universidad de la Cuenca del Salado, pero lamentablemente se truncó».

En los 90, Corsi decidió emprender una parrilla libre, en donde los comensales disfrutaban de sus platos por $3,50.

En el 2000, el predio empezó a ser alquilado al empresario Ricardo Magallanes, que instaló una discoteca que perduró hasta el 2005.

A principios de la década pasada, el edificio empezó a ser habitado por personas en situación de vulnerabilidad social, quienes, luego de un par de años, comenzaron a instalar algunos negocios relacionados con las plantas o alimentos artesanales.

Claudio, uno de los vecinos habitantes del edificio, señaló a Télam que «antes vivía en Capital, pero después no tuve donde vivir y nos instalamos acá».

El hombre comentó que en el pasado «dejaba pasar a personas para que visitaran el castillo, pero ahora esto se viene abajo. Si se lastima uno me tengo que hacer cargo yo», explicó.

En relación a las personas que habitan el lugar, Morales -el corredor inmobiliario- afirmó que «en caso de llegar una oferta, se tratará de consensuar con los vecinos que viven dentro del edificio para reubicarlos en otras áreas para no tener problemas».(telam)




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