OLAVARRIA: A un año del recital del Indio

Pasaron 365 días, las consecuencias siguen como las ondas de una piedra que cayó al agua, se pierden a la mirada de la superficie pero ante el mínimo análisis se llega hasta aquel 11 de marzo.

Las imágenes de la calle Avellaneda convertida en peatonal, las luces del escenario y la avalancha ante la salida del Indio al escenario, la salida caótica de La Colmena, las ráfagas arrasadoras del día después con los varados y los desmanes, los funcionarios «renunciados» en el Municipio, las investigaciones y sus lentos pasos. Hasta hoy, con una declaración sobre el final de los shows en vivo, desmentido poco después por el propio Solari.

En noviembre de 2016 se anunció el recital y abrió una vorágine de sueños: de sumarle brillo al estrellato, del éxito político, de la revancha de hace 20 años, de estar en el pogo más grande del mundo, de ganar una fortuna en tres días.

En la ciudad, los vecinos de los barrios aledaños a La Colmena se mostraron entre el temor de recibir a miles de personas y la ambición de hacer unos pesos con alquileres y ventas. Mucho se habló de las habilitaciones de campings, de puestos, cuánto se cobró, se pagó y se devolvió, la venta de alcohol, el control sobre lo que se vendía. En las inmediaciones todo eran dudas por cómo sería el movimiento, que se fue explicando con el correr de las semanas, y que en realidad, no se cumplió. Todo salió distinto: la cantidad de asistentes sorprendió (y aún se discute), no se hicieron los cacheos en los accesos, los micros y las combis no estacionaron donde estaba previsto, los puestos se instalaron donde debía ser una calle despejada para la salida del público.

A las 22 en punto sonó «Esta vez (¡por fin!) la prisión te va a gustar ….». Una versión especial de «Barbazul vs. el amor letal» abrió para sorpresa de los fanáticos el recital del Indio Solari y los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. Era un gran inicio para una lista de temas que pareció cambiar sobre la marcha, aunque incluyó también varios clásicos de Los Redondos. «Ropa sucia», «Héroe del whisky», «Etiqueta negra», «Esa estrella era mi lujo», «Todo preso es político» fueron algunos de los que sonaron a lo largo de una noche en la que el Indio suspendió el recital dos veces ante las avalanchas y la falta de auxilio para quienes quedaban caídos. Y con mucho contenido político. Sin ir más lejos, la prisión que se reflejaba en la pantalla ubicada en el escenario era ni más ni menos que el penal donde se encontraba detenida Milagro Sala.

El clima se volvió tenso, «no me dan más ganas de esto» llegó a decir Solari después de haber admitido que pasaba a temas «más lentos» para calmar el ambiente y no hubo enganchados en gran parte del show. Pero el final tuvo otra sorpresa: no cerró con «Jijiji» -como estaba previsto- sino que siguió con «Mi perro dinamita» que devolvió la euforia. «Esto es una locura, ya no sabemos cómo llamarlo, no existe en el mundo» había dicho el Indio sobre la histórica convocatoria.

Oscuridades

Durante el show quedó en claro que las cosas no estaban bien. Recién varias horas después se confirmó que dos personas habían fallecido y había decenas de heridos, aunque una sola de gravedad. La sensación ya era de tristeza y, a eso se sumaba que los medios nacionales abonaban versiones que triplicaban y más la cantidad de muertos. Sin señal en los teléfonos, se dificultaban las comunicaciones y todo el país se llenaba de dudas por el estado de salud de sus seres queridos que habían venido a Olavarría.

Al otro día, los incidentes con miles de personas varadas dejaron la foto de los traslados en camiones; semanas después se confirmó que hubo 6 mil varados en total. La violencia de esas horas rápidamente quedó opuesta a la mano solidaria de los olavarrienses con quienes no podían regresar. Autoridades provinciales llegaron a la ciudad, con visibilidad como el titular de Seguridad, Cristian Ritondo, o sin ella, como el ministro de Gobierno, Joaquín de la Torre, para mostrarse en los operativos de búsqueda de los supuestos desaparecidos, y para meter mano a la gestión municipal. Es que el cálculo de las consecuencias políticas en un año electoral, traspasaban largamente los límites del Palacio San Martín y podían salpicar los más altos estamentos de la Provincia y hasta en la Nación hubo temor.

Al final, la contención enviada desde La Plata funcionó y el oficialismo ganó las elecciones con claridad. Galli adoptó la respuesta de «dar la cara» y, si bien se sabe que la historia no es unilineal y que las ondas en el agua siguen, en el plano político el resguardo del jefe comunal lo dejó bastante intacto.

El accionar de la fiscal Susana Alonso de la UFI 8 local apuntó a dilucidar causales de muerte y establecer responsabilidades. Por un mes encabezó la causa, luego pasó a la UFI de «Delitos Complejos» en una maniobra que aún hoy despierta dudas en la ciudad. Recién la semana pasada el caso avanzó con una acusación, «estrago doloso», contra los productores.

Desde el Concejo Deliberante se apuntó al compromiso del Municipio con el recital: la figura de «fiador» que se firmó en el contrato fue el principal eje de críticas. Se evidenció en la larga noche de las 324 respuestas en la interpelación al Intendente. Lo mismo pasó en la sesión donde se aprobó el dictamen de la comisión especial del Concejo, donde además la habilitación del show y la cantidad de asistentes fueron cuestionados.

Nada será igual

Después del Indio, se quebró la conducción del Municipio: el jefe de Gabinete y mentor de Galli, Jorge Larreche, salió de su cargo y se esperaban más cambios que alcanzaron varias semanas después a funcionarios de segunda y tercera línea, y al jefe policial del distrito.

A la luz de lo sucedido en el recital se ve la llegada de Dalton Jáuregui al Municipio, clave en el retorno del diálogo con la oposición en el HCD, con su figura al lado de Galli en la campaña electoral y la postulación al Senado provincial, donde hoy tiene una banca.

A principios de este mes, dejó la subsecretaría de Seguridad Eduardo Simón: si bien todo lo vinculado al depósito municipal quedó apuntado en los contornos de la renuncia, su accionar con los camiones de «revoltosos» vuelve como recuerdo de que su continuidad estaba cuestionada. Una situación similar se dio en diciembre cuando Gastón Acosta salió de la secretaría de Economía y Hacienda.

Para los olavarrienses cambió la historia: el rol del Municipio y el accionar de sus funcionarios quedaron tan en la mira como la capacidad de respuesta para ayudar a miles de foráneos que, al mismo tiempo, requerían asistencia. De todos modos, la ciudad se «normalizó» en alrededor de 48 horas, con todas las instituciones funcionando como siempre. Los olavarrienses, en tanto, respondieron con innumerables muestras de solidaridad. Para los seguidores del músico también, el último show del Indio es cada vez más resaltado tras los velos que el tiempo corre y descorre en la memoria. ¿Habrá otro más?

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