Julio Méndez debía cumplir domiciliaria y fue descubierto cuando viajaba

Se dirigía desde Capital hacia Tandil en colectivo. Méndez recibió una condena en 2012 en el juicio llevado a cabo por la desaparición, tortura y asesinato de Carlos Moreno, abogado laboralista olavarriense. 

Los hermanos tandilenses Julio y Emilio Méndez fueron los dos primeros civiles sentenciados por haber sido cómplices de la dictadura al prestar su quinta para que allí funcionara un centro de tortura. Y donde, Carlos Moreno -abogado laboralista olavarriense- fue detenido y asesinado. Lo descubrieron cuando viajaba en un colectivo desde Capital a Tandil.

Es en la «Quinta de los Méndez» en Tandil en donde estuvo detenido y fue asesinado el abogado laboralista olavarriense Carlos Moreno, quien defendía a trabajadores de Loma Negra, empresa en manos de Amalia Lacroze de Fortabat. Otro de los que tuvo un paso rápido aunque feroz por esa quinta es Walter Fernández, quien hasta hace pocos meses estuvo al frente de la Granja de los Pibes.

Los hermanos Méndez recibieron una condena en 2012 -inédita hasta ese momento para civiles- en el juicio llevado a cabo por la desaparición, tortura y asesinato de Moreno y compartieron el banquillo a los coroneles retirados Julio Tommasi y Roque Pappalardo y al suboficial José Luis Ojeda.

Un año después, al cumplir los 70 años, pidió la prisión domiciliaria por problemas de salud, beneficio que le fue concedido.

El relato

La escritora y periodista Ivy Cángaro relató a los micrófonos de AM 1140 (GPS Radio) cómo, en un viaje de micro de línea desde Buenos Aires a Tandil, el jueves 1 de marzo en la empresa El Cóndor – La Estrella que partió de Retiro a las 13.45, pudo captar in fraganti al hombre que supuestamente debería estar cumpliendo su prisión domiciliaria.

«La verdad fue muy desagradable. Uno no espera tener esas compañías en varias horas de viaje. La cosa fue muy de casualidad para mí porque podría haberme pasado inadvertido como al resto del pasaje». «Subí al micro. Tenía el último asiento de arriba. Subí una de las primeras así que ni vi quién era el resto del pasaje y podría haber pasado inadvertido si el coche no se hubiera roto a la altura de Ezeiza».

«A esa altura el micro se rompe. Hacía mucho calor y había que esperar como dos o tres horas para un nuevo recambio. Entonces para el micro en una gomería y al lado había una parrillita cerrada pero que tenía sillas afuera y , para evitar el calor dentro del micro, empezamos a bajar. Y ahí es donde lo veo».

«Cuando nos empezamos a sentar lo encontré como una cara conocida pero empecé a dudar, porque además yo no había visto personalmente, que conocía por las fotos del juicio hace seis años atrás».

«Yo celebro tener tanta memoria visual porque se nos hubiera pasado de largo sino. Pero vacilé. Y lo miraba y toda su actitud física me iba confirmando que era quien yo creía. Esa actitud de desdén, de soberbia, de estar lejos de todo el mundo y estar sentado incluso en un banco que era el único más alto, como mirándonos de arriba al resto».

«Ante la duda, le saqué fotos. Si no es, no es. Y si es, tenemos un testimonio».

«Él se da cuenta que estoy tomándole fotos, porque hay una inclusive en que mira muy beligerante a cámara».

«Una vez llegados a Tandil y ya en su casa se dijo que «algo tenía que hacer» con esas fotos y ese dato. Así que el viernes a la mañana recurrí -a través de gente conocida- a la justicia y me confirmaron que efectivamente se trataba de Julio Méndez que estaba acompañado de su esposa y de otro militar, aparentemente de su amistad, que suele acompañarlo en su prisión domiciliaria».

Méndez solicito tener el privilegio de la prisión domiciliaria a sus 70 años por problemas de salud, pero Cángaro asegura que «se lo veía muy saludable».

«Aparentemente está haciendo un tratamiento en Buenos Aires. Pero uno se pregunta si es una condición de la que gozan todos los que tienen prisión, de viajar libremente acompañado de su mujer y sin ningún control policial. Parece medio raro».

«No fue un hecho aislado en el que circunstancialmente lo pusieron ahí (a Moreno en la Quinta de los Méndez). Estos tipos prestaron la quinta para que funcionara un centro clandestino por el que debe haber pasado mucha más gente -como gente que iba y venía de La Huerta- de los que posiblemente no sepamos demasiado, nunca. Así que era todo parte de un sistema represivo».

«Por eso también la impresión. Porque uno se puede cruzar con un estafador, con un ladrón de autos y puede ser desagradable. Pero con alguien que participó activamente de esta maquinaria, te juro que te corre un escalofrío por la espalda. Sentir que el tipo me miró fijo, me impresionó muchísimo».

Fuente: Abchoy.com

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